
En su búsqueda constante por crear espacios funcionales que también establezcan una conexión visual y emocional con quienes los habitan, la arquitectura ha encontrado en la naturaleza una fuente de inspiración. Desde la proporción áurea, presente en estructuras biológicas, hasta el uso de materiales propios del contexto, el entorno natural ofrece una lección de formas y texturas que nutren el pensamiento arquitectónico. Un ejemplo emblemático es la Casa de la Cascada, donde la piedra actúa como elemento de integración entre la construcción y su entorno. Si bien esta obra evidencia el potencial de la piedra, su presencia y carácter ha evolucionado a nuevos formatos, como los porcelanatos, ampliando las alternativas en el diseño y consolidando la importancia de las texturas y tonalidades pétreas en proyectos contemporáneos.