
"Los tiempos están cambiando" cantaba un joven Bob Dylan en 1964, capturando una nación en una encrucijada, atrapada por el movimiento de derechos civiles y ensombrecida por las tensiones de la Guerra Fría. Casi una década más tarde, David Bowie dirigió esa mirada hacia adentro con "Ch-ch-ch-ch-changes," una meditación fragmentada sobre la identidad, la reinvención y la transformación personal, resonando con el colapso de los ideales contraculturales y la aceleración de la globalización. Para la década de 1990, Tupac Shakur devolvió el enfoque a las calles y los centros urbanos. En "Changes", expuso las crudas realidades de la injusticia racial y la violencia sistémica, ofreciendo no resignación, sino una acusación contundente: "Así es como son las cosas."
Tres voces, tres décadas, tres maneras de enfrentar el cambio. Si el arte (aquí, a través de la música) ha servido históricamente como espejo y grito en tiempos de agitación, entonces es justo preguntar: ¿cómo ha respondido la industria de la construcción a un mundo en constante cambio, un mundo que exige urgentemente transformación? En un mundo moldeado por poderosas fuerzas económicas, la arquitectura enfrenta cada vez más el desafío de reconciliar la responsabilidad social con las realidades del mercado. Hoy, nos enfrentamos a una convergencia de crisis planetaria y fragmentación social: el planeta se está calentando, las desigualdades persisten y se profundizan, los datos se multiplican y las identidades se fracturan. En este contexto, la arquitectura ya no puede permitirse limitarse a la experimentación formal o a los imperativos impulsados por el mercado. Se le llama a repensar con claridad, responsabilidad e imaginación lo que construimos, con qué construimos, cómo construimos y, sobre todo, para quién.